sábado, 9 de julio de 2016

El misterio del Lago



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Sentadas a la sombra de un árbol, mi abuela y yo contemplábamos las aguas tranquilas del lago, brillantes por los rayos de un sol cálido y blanquecino. Con la barbilla apoyada en mis manos, escuchaba a mi abuela contarme una de sus historias con arrobado cariño y admiración.

— Ya te lo conté hace tiempo, ¿no lo recuerdas? Eras muy pequeña aún. A mí me lo contó mi abuela cuando yo tenía trece años, como tú ahora.

— Esta historia sucedió hace mucho, mucho tiempo, cuando aún existían seres extraordinarios, cuando había misterios sin resolver y la gente era inocente y creía en cosas extrañas que pasaban a diario sin que nadie supiera explicarlas.

Los vecinos de la zona no se atrevían a atravesar el bosque para llegar hasta el lago. Justo aquí donde estamos sentadas ahora, frente a ese embarcadero de maderas viejas, una noche llegó Viviane. Había huido de su casa, corrió por los campos y se internó en el bosque sin mirar atrás, allí no la buscarían, pensó. Solo se detuvo cuando comenzó a oscurecer y miró a su alrededor; las sombras alargadas de los árboles parecían fantasmas agazapados. Tuvo mucho miedo pero estaba tan cansada que pronto se quedó dormida. Amanecía cuando abrió los ojos y recordó dónde se encontraba y por qué. Se acercó al lago y se lavó la cara. Las aguas estaban tranquilas, cubiertas por una espesa niebla, reinaba un extraño silencio solo interrumpido por el ritmo acompasado de algo que se acercaba. Estaba a punto de echar a correr cuando entre la bruma, apareció la proa de una barca de madera vieja y descolorida. En pie sobre ella una hermosa mujer remaba cadenciosamente. Era esbelta, tenía una larga melena dorada que cubría su espalda y en la frente una guirnalda de hojas y flores. La luz del amanecer penetraba a través de su vestido blanco confiriéndole un aspecto fantasmal. Pero sonreía. Viviane estaba petrificada. Parecía volar sobre la tierra cuando bajó de la barca y tomándola de la mano la invitó a subir con ella. Nadie volvió a ver a la joven, la buscaron por todas partes, su padre, arrepentido por obligarla a casarse con un hombre mayor y desconocido, la rastreó durante días, se atrevió a llegar hasta el embarcadero, pero tampoco allí encontró rastro alguno.

Nadie supo qué había sucedido, cada vecino tenía su versión: que se había ahogado en las frías aguas o había caído a alguna sima en el monte. Después de un tiempo empezaron a correr rumores: la habían visto paseando cerca del lago, con una guirnalda de flores en la cabeza, pero nadie sabía cómo aparecía y desaparecía. Alguien dijo que había visto una vieja barca de madera llegar al embarcadero los días de niebla espesa y que era Viviane la que remaba en ella. Así fue como se extendió la leyenda de La Dama del Lago. Solo Drusila, la anciana guardiana de la ermita próxima al embarcadero le contó a mi trastatarabuela la historia tal como la sé: La Dama se había hecho mayor y ningún hombre la había poseído cuando aún era joven, ahora era ya demasiado tarde, por eso necesitaba una doncella que la sucediera en su reino de misterios. Debía ser joven para que pudiera concebir y dar a luz una hija que continuara la misteriosa leyenda del Lago. Al parecer Viviane cumplió con su deber y después de su hija, la hija de su hija... Pero dicen que la última Dama del Lago no ha tenido descendencia.

¿Entiendes ahora por qué te pido que no vengas aquí tú sola nunca?



3 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buena historia

Unknown dijo...

Muy buena historia

rosg dijo...



Gracias por tu comentario, David. Sobre todo por repetirlo dos veces, por si no me había enterado jajaja Un aabrazo