Llevaba tres meses ensayando aquella danza,
estaba ya harta de dar vueltas por el salón y rabiosa porque la esclava que le
enseñaba tenía más gracia que ella. Era preciso que aquello saliera bien si
quería conservar su trono.
Cuando el Cesar la vio aparecer entre los
pliegues de la alfombra, menuda, ligera, apenas vestida de tules, no pudo
apartar la vista de ella. Cuando bailó la danza que tanto le había costado
aprender, se rindió seducido y ella supo que seguiría siendo la reina de
Egipto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario